18 julio 2008

Curiosidades de los Siglos XV – XVI


Por: Cynthia Rosemberg


El suntuoso Palacio de Versalles, en París, no tiene baños. En la Edad Media no existían cepillos de dientes, desodorantes, ni mucho menos papel higiénico. Las heces y orinas humanas eran tirados por la ventana del Palacio. Se usaban mucho los perfumes.

En un día de fiesta, la cocina del palacio era capaz de preparar un banquete para 1,500 personas… sin la más mínima higiene. Vemos en las películas a la gente ¿siendo abanicada? La explicación no está en el calor, sino en el mal olor que exhalaban las personas por debajo de los vestidos (las prendas eran hechas a propósito para contener los olores de las partes íntimas, porque no se lavaban). Las damas adoptaban coquetas poses al hacerlo, porque solamente los nobles tenían lacayos que hacían esta labor. Además de disipar el aire también espantaban insectos (moscas) que se les acumulaban a su alrededor. Tampoco había la costumbre de bañarse por el intenso frío en las habitaciones y por la falta de agua tibia y corriente.

Quien ha estado en Versalles se ha maravillado con sus enormes y hermosos jardines que en la época eran más usados que contemplados, ya que se usaban como retretes en las fiestas promovidas por la realeza pues no tenían baños y se reunía una gran cantidad de personas.

En la Edad Media la mayoría de las bodas se celebraba en el mes de junio, al comienzo del verano. La razón era sencilla: el primer baño del año era tomado en mayo, así, en junio, el olor de las personas aún era tolerable. Asimismo, como algunos olores ya empezaban a ser molestos, las novias llevaban ramos de flores al lado de su cuerpo y en los carruajes para disfrazar el mal olor. Así nace mayo como el mes de las novias y también la tradición del ramo de novia, vigente actualmente.

Los baños eran tomados en una bañera enorme, llena de agua caliente. El padre de familia era el primero en tomarlo, luego los otros hombres de la casa por orden de edad y después las mujeres, también en orden de edad. Al final los niños, y los bebes eran los últimos. Cuando se llegaba a ellos, ya se podía perder un bebe dentro del agua de lo sucia que ésta podía estar.

Los tejados de las casas no tenían "bajo tejado" y en las vigas de madera se criaban animales, gatos, perros, ratas y otros bichos. Cuando llovía las goteras forzaban a los animales a bajar. De esto nació la expresión "llueven perros y gatos" (típica anglosajona).

Los más ricos tenían platos de estaño. Ciertos alimentos oxidaban el material y hacían que mucha gente muriese envenenada ya que, unida a la falta de higiene de la época, esto se hacía muy frecuente; los tomates, que eran ácidos también provocaban este efecto y fueron considerados tóxicos durante mucho tiempo. En los vasos de estaño ocurría lo mismo, donde al contacto con whisky o cerveza, hacían que la gente entrara en un estado narcolépsico producido tanto por la bebida como por el estaño.

Alguien que pasase por la calle y viese a alguien en este estado, pensaba que estaba muerto y preparaban el entierro. El cuerpo era colocado sobre la mesa de la cocina durante algunos días y pasaba con la familia mientras ellos comían y bebían esperando que volviese en sí, o no. De esta acción surgió la costumbre del velatorio que hoy se hace junto al cadáver.

Los lugares para enterrar a los muertos eran pequeños y a veces no había suficiente sitio para todos. Los ataúdes eran abiertos y retirados los huesos para meter otro cadáver. Los huesos eran retirados a un osario. A veces al abrir los ataúdes, se percibía que el enterrado había arañado la tierra (había sido enterrado vivo). En esta época, surgió la idea de, al cerrar el ataúd, amarrar a la muñeca del difunto un hilo pasando por un agujero del ataúd y atado a una campanilla sobre la tierra. Si el individuo estaba vivo, solo tenía que tirar del hilo y sonaría la campana y de inmediato seria desenterrado, ya que una persona quedaba al lado del ataúd durante unos cuantos días. De esta acción surge la expresión "Salvados por la Campana que usamos hoy en día, y no así del box, como mucha gente cree.
Fuente: Editorial Progreso